Freud goza en la red.-

Leyendo a Douglas Murray me quedo meditando sobre una frase que traduzco mentalmente después del inglés para comprobar que la he entendido como espera el británico. Se refiere a la reciente desaparición del adjetivo privado en la comunicación verbal. Inquieta. Esta tecnología que me da de comer y me divierte tanto ha transformado parcelas exclusivas en multitudinarias, y eso se traduce en cambios radicales de comportamiento e interacción social. Grupos de padres (y madres, claro) en red comentando los deberes de los chavales o criticando a los profesores, “pantallazos” de la discusión con el novio enviados a una amiga o un compañero de piso para dejar bien patente su talante machista o un “me gusta” a fotos y videos de personas desconocidas que bailan, patinan, escupen, lloran o canturrean mientras pintan el salón de su casa o cenan en restaurantes de moda es algo tan habitual que hoy, a mes de Agosto de 2024, ya no nos llama la atención. Por ende la caza de brujas se ha generalizado de tal manera que cualquier mente pensante del siglo XXI puede convertirse en medio segundo en juez y verdugo de un semejante, practicando sin pudor alguno el escarnio o humillación públicos. Así si un individuo te recibe con cara poco amistosa al llegar a un hotel puedes criticarlo en la “web” y conseguir que el local en cuestión pase del blanco al gris en cuestión de milésimas. Esto es, un negocio, un organismo oficial o un ser vivo se encuentra sometido permanentemente a una auditoría externa que, para darle más emoción a la cosa, no tiene por qué estar cualificada. 
Pero tiene una gran ventaja, y es que las redes sociales son tan democráticas que cualquiera puede escribir un supuesto libro y conseguir que su letra en off sea leída con interés, aunque su ortografía diste mucho del aprobado ramplón y su expresión artística sea nula.
Aquí lo dejo, para goce freudiano. ¡Ojalá me auditen sin reparo y me importe tres narices como mecanismo de defensa!.








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