Paso y Zarzuela.-

El salón en penumbra jugaba con las esquinas y los cuadros para materializarse en sainetes, farsas y alguna tragicomedia. Aelia entornó sus ojos verdes con intención de adaptarse a las sombras chinescas y descubrió con desagrado una pequeña telaraña colgando de la lámpara central. Torció el gesto. “Confío en que la ingeniera técnica no ande de excursión a mi alrededor”, musitó para sí. Desde el suelo la perspectiva cambiaba, se enjoyaba, se vestía de princesa; le gustaba aquella posición. El pie izquierdo apoyado sobre la tarima y el derecho, cruzado sobre la rodilla contraria, emitiendo un chasquido curioso a la altura del maléolo externo, repetido voluntariamente a modo de clave musical. Aquel ritmo intencionado resultaba enfermizo y exultante a la par. Recordó el movimiento de vaivén anteroposterior de algunos pacientes psiquiátricos y, en un segundo, también se hizo presente el olor nauseabundo a medio camino entre orina y sudor. Detuvo las castañuelas de golpe. Cayó el telón y la zarzuela se hizo añicos en su memoria mientras una paloma torpe y sucia se paseaba por el alféizar y lo decoraba de cagarrutas. “Un día las apedreo, lo juro”. Se conformó golpeando el cristal con las uñas. “¡Clack, clack!”. El vecino de enfrente la observaba sonriendo con bobería en camiseta y pantalón corto mientras se fumaba un cigarrillo apoyando su barriga prominente sobre los barrotes metálicos. “¿Puede saberse qué miras, imbécil?”. Deseó gritárselo también a Pandora pero se contuvo para que no se enfureciera. El individuo ni se inmutó descarado. Decidió bajar el toldo pero no le apetecía incorporarse, así que cerró los ojos y se imaginó que aquel hombre no existía, que la ventana estaba impoluta y que Blanquita había regresado del limbo perruno y le lamía ruidosamente la nariz. No necesitaba otro paraíso diferente para ser feliz. Abrió los ojos y le hizo burla al cervecero sacándole la lengua y se rió a carcajadas al observar su expresión de machote panoli. “¡Buenas noches, Apolo, que sueñes con los angelitos!”. (“ Night night, Melibea, mi amor!”). “Aelia, se llama Aelia”, puntualizó la araña Celestina. “¡Buenas noches, señora araña, también para usted!”.






Comentarios

Entradas populares