Juana es la estrella

La guardia del puente anda cambiando mi mirada médica. A ratos me siento Juanita Calamidad, a ratos don Juan Tenorio, Caperucita, el lobo y la abuelita juntos, a ratos Juana de Arco y a ratos Juana de Castilla. Me fastidia bastante porque, la verdad, preferiría sentirme yo. 
Esto de la inteligencia artificial me inquieta y mi ordenador empieza a disponer de tantos instantes de vida propia que ya no sé si ha crecido como prolongación de mi brazo o directamente me ha abducido (dado mi mestizaje mujer / vulcana) y me lleva periódicamente de paseo interestelar en la famosa nave, de cuyo nombre no quiero acordarme, al mando del señor Spock. 
Está mayor, el comandante o capitán de la maquinita, digo. No debe acudir mucho al gimnasio, se ha vuelto pobre de solemnidad (apostó los dineros a la ruleta en Las Vegas) y ha despedido a su fisioterapeuta, a su maquilladora y a su lindo “asesore” de imagen. Las pelis antiguas es lo que tienen, que van perdiendo intensidad, tono y timbre. Sus orejas duendecillas ya no escuchan ni oyen con claridad y sus cejitas picudiñas brillan muy plateadas iluminadas por las supernovas. Pero aun así me ilusiono. Rememoro mi infancia celeste. Además debo preparar el hipertelezapatófono nocturno para observar el Sábado la lluvia de êta-Acuáridas en el hemisferio Sur. Hasta 120 meteoros por hora, una locura, incluso con luna llena. Y es que Halley continúa siendo mucho cometa, aunque me temo que al pobre señor Spock habrá que darlo de baja por prostatismo inveterado, y eso que sonríe con gran interés.
También hace su aparición ese día un cúmulo asociado con la Nebulosa de la Flama, que aparenta estar en llamas, muy cerca de la estrella Alnitak. Las razones del supuesto fuego me las callo porque resultan algo complejas de explicar. Y Betelgeuse, gigantesca y fría.

“Era verano. Charlaban los grillos. El Carro quedó perfectamente enmarcado entre la casa, la oquedad de la encina, los columpios y el garaje. Comprendí entonces que el portón se encontraba allí justo para que ella observara las estrellas al salir del coche de regreso a casa. Sonreí con envidia sana. Hacía fresco. Un perro ladró rítmicamente. 
-¡Buenas noches!.
- Así serán.”













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