El Curtidor.-
Hoy un cuento contaremos
de las noches de Granada,
para que las niñas lindas
sean siempre recatadas.
Hablan las viejas comadres
mientras las prendas se callan,
sobre historias de la parca
guiada por su guadaña:
Hace mucho mucho tiempo,
cerca la calle La Plata
vivía un buen curtidor,
con su hija y con su ama.
Curtía pieles de zorro,
que con salazón breaba,
tendíalas de mañana,
para que así se secaran.
Entraba la primavera,
las golondrinas cantaban,
volvían los segadores
charlando de sus hazañas.
¿Habéis visto al Ciprianico
por la fuente o por la plaza?,
preguntaba inquisidora
el ama por la ventana.
Rieron los jovencitos,
mientras las barbas rascaban.
Seguro que anda rezando,
con la Mari y con la Paca.
Vistióse presto la doña,
para saber dónde estaba,
cogerlo por las orejas
y arrastrarlo hasta su casa.
Llegóse hasta la fuentona
y allí, en un mar de lágrimas...
¿Qué tienes, hijo?, ¿que ocurre?.
¡Matóla a cuchillo, ama!.
Acercóse la matriarca
para dar consuelo y palabra,
mientras el ceño fruncía
y el miedo la acompañaba.
Apoyada en una piedra,
la cabeza ensangrentada,
el cuerpo de la alcaldesa
yacía sobre su espalda.
¡Pero Cipriano!, ¿qué has hecho?.
¡Le doy mi palabra, nada!.
Que cuando yo la encontré,
ya casi ni respiraba.
Es preciso que corramos,
te asees y cojas la azada.
En seguida regresamos,
para poder enterrarla.
Y partieron presurosos,
mas cuando de vuelta estaban
ni rastro de los cuchillos,
ni la muerta que esperaban.
Lo cierto es que desde entonces,
si las mozas cogen agua,
se oye un quejido herrumbroso,
que aspavienta y que machaca.
“¡Buen hombre!, ¡no me abandones!,
que me duele la garganta,
que me sangra el corazón,
y hasta se me rompe el alma”.
Hace mucho mucho tiempo,
cerca la calle La Plata,
vivía un buen curtidor
con su hija y con su ama.
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