La Otra Navidad.—

Llevo días retrasando el momento de ponerme a escribir sobre esta Navidad. Me hace daño. Tengo el corazón magullado y el alma algo ausente. Aún así he intentado enfriar mi afectividad porque mi padre me advirtió sobre ello y ahora que no me lo puede recordar a diario debo seguir el consejo que me brindan mis recuerdos, que son abundantes y extensos.

La máquina cuasiperfecta del cuerpo humano nos capacita para casi todo en condiciones normales. Pienso en mover mi dedo meñique y ya lo hace, me rasco la oreja derecha y simultáneamente puedo tararear una pieza musical, saboreo una crema de calabaza y recito para mí “la Canción del Elegido”—NaᴄɪÓ Dᴇ ᴜɴA TᴏʀMEɴᴛA ᴇN Eʟ sOʟ Dᴇ ᴜNa ɴᴏCʜE ᴇL PᴇɴÚʟᴛIᴍᴏ ᴍᴇS—, se me salta una lágrima y a la vez sonrío recordando una anécdota. “El mundo es ruido, hija”. Y sí, siempre es ruido, incluso cuando uno cree lo contrario.

Las reuniones familiares en España suelen ser estruendosas, participando simultáneamente hasta de tres o cuatro conversaciones; y si uno presta atención resulta francamente curioso. El español medio tradicional cultiva permanentemente sus relaciones sociales y lo suele realizar aderezando sus charlas con chascarrillos que se presentan grupalmente con una cadencia artística consecutiva in crescendo hasta alcanzar un punto de equilibrio lo suficientemente gratificante para los asistentes, siempre y cuando la comunicación interpersonal de dicho conjunto se muestre placentera, es decir, se encuentre dotada de lo que vulgarmente denominamos “buen rollo”. Se trata de practicar roles aprendidos como bien colectivo. Me explico: Si una familia concreta o un grupo de amigos son sanos emocionalmente, incluso los conflictos puntuales o las salidas de tono son encauzados adecuadamente en un hilo conductor común que busca la estabilidad. Esto constituye un privilegio. Por eso, cuando alguno de sus miembros desaparece de la faz de la tierra para siempre deben aprenderse estrategias de actuación nuevas. Y ahora es cuando me asalta una duda grande: ¿Seremos capaces de adaptarnos a nuestras nuevas circunstancias familiares con la rapidez suficiente como para no sufrir apenas?. Es el reto del amor, buscar el balance anímico positivo necesario para volver a disfrutar de la compañía de los nuestros.

¿Quién se va sentar en la cabecera de la mesa?. ¿Se dejará vacío el puesto del ausente por respeto?. ¿Se contagiarán las lágrimas?. ¿Existirá una tranquilidad artificial provocada?. El resultado será que de nuevo aprenderemos a conocernos más y mejor y evolucionaremos hacia algo aún desconocido para mí, la percepción de la orfandad como realidad navideña, igual que hicieron hace años mis padres y antes los suyos. En resumen, la vida misma, nada original sino común a todos los mortales. Siempre me gustaron estas fiestas, no sé por qué puñetas tienen que transformarse en algo complicado. El desenlace tendrá lugar en menos de veinticuatro horas. “¡No pienses tanto, Ruth, déjate llevar por la magia!”.






Nota: Cómo leer al artista.- Obsérvense los ojos de padre baboso de San José (y también la forma de reposar su brazo derecho sobre el hombro de María) que dibujó el mío en este christmas hace algunos años con el tapón del frasco de la tinta china. ¿Cómo es el Niño?, no se ve, no le interesó detallar su aspecto sino las expresiones de sus progenitores. María tiene el pelo recogido o corto. Su mano es protectora. Su pie derecho masculino. El Niño sube la mano con aire juguetón hacia las barbas de San José. 


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