Amuletos y secretos.-
La última semana me ha retrotraído a otra dimensión y me siento distinta. Llevo colgada al cuello una púa de guitarra con Los Girasoles de Van Gogh pintados en ambas caras que perforé con un pequeño punzón para pasar a su través un cordón rematado con nudos triples corredizos que elaboré yo misma al estilo de los mercadillos playeros, y no me la quito, hasta duermo con ella. Tengo la sensación de que me protege. Es extraño, como si mi infancia y mi Admira me estuvieran acompañando en el quehacer diario, porque desde muy pequeña me enamoré de los trazos del pintor gracias a sus explicaciones y mi música va conmigo desde siempre. No es una cruz, ni un collar de perlas, ni siquiera una cadenita de plata, es toda mi escuela familiar casera, las raíces, el simplismo, la luz, la energía, la posibilidad de evolución, el equilibrio, la asimetría, soy yo levantándome cada mañana para descubrirme, es la belleza de la estética y de la antiestética, los mimos, los detalles culinarios, las matemáticas, el latín, la anatomía humana, la papiroflexia, los juegos de mesa, las lecciones de ética, el respeto por los años, la responsabilidad, la trascendencia, el cambio, es todo eso y mucho más, y siempre va conmigo, cantando cual Pepito Grillo, para aprender a diario, para pausarme y para observar con detalle escrupuloso y comprobar que, me guste o no, soy y estoy casi en el mismo punto que antaño, y seguiré aquí, buscando permanentemente aquello que no encuentro sino en raras ocasiones: La magia del ser humano, algo que no pasará de moda jamás. Y hoy ya no necesito escribir más.
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