El Acueducto está triste, ¿qué tendrá el acueducto?.-

¿Qué se responde a unos hijos pequeños cuando desde debajo de los arcos del acueducto de Segovia te dicen que les parece que está triste y enfermo?. ¡Pues la verdad!, que sí, que está pachucho y hay que curarlo, mientras se sorprende uno de la enorme capacidad observacional que las criaturas demuestran.Y entonces se apuntala la construcción y vienen especialistas de todo el mundo para tratarlo (1973), aunque ninguno lo conoce como los chicos, ni lo quiere tanto, ni lo ha dibujado con sus acuarelas infantiles desde la Fuencisla, porque el amor y el respeto por lo propio es algo que se mama en casa desde antes de nacer. Recuerdo aquel instante con gran nitidez, como si hubiera ocurrido hoy.

Siempre me emociona entrar en Segovia y mirarlo. Primero lo observo de lejos, luego desde debajo, posteriormente por las esquinas, en oblicuo, a continuación desde el Azoguejo, y cuando ya me he aburrido de mirarlo (que nunca me ocurre) acaricio una piedra con los dedos y eso siempre me emociona. Es un pequeño placer percibir su textura e incluso su temperatura, que varía y yo lo noto. Suelo bromear diciendo que los edificios son mis amores platónicos, pero éste es mucho más que eso. Forma parte de un espacio afectivo inverosímil, repleto de figuras literarias entremezcladas con caras de personas que ya no están aquí y analizado escrupulosamente por mis entrenadísimos ojos radiológicos (ángulos, deformidades, salientes, cambios de color) en busca de la “sinaromia” (una bonita palabra que inventamos hace pocos años a pachas mi padre y yo), el fallo, esperando no encontrarlo nunca. Si aprueba el examen inicial sonrío y puedo permitirme otra actividad visual diferente. Si suspende repito todo el proceso desde el principio esperando haberme equivocado. Es una especie de fotogrametría tridimensional casera de todas las pilas y todas las dovelas que alcanzo a observar. Sé que se estudian los sillares con ultrasonidos para analizar el deterioro del granito, que se ve potenciado por el ácido sulfúrico y los procesos de gelivación y sé que la vibración es su enemiga, que se lava con sílice, se sellan sus fisuras y hasta se ancla. Enorme fortuna la mía la de haber sido adoptada desde la infancia por dos ciudades emblemáticas repletas de historia viva.
A corta distancia Rómulo y Remo andan a lo suyo distraídos, y nos interesamos poco mutuamente, y al ponerse el sol me doy un garbeo con el coche por la Veracruz, que me observa solitaria llena de banderas, mientras los Caballeros de la Orden de Malta hacen una siesta tardía y entonces estudio el reflejo del Alcázar en las gotas del espejo retrovisor. En ese instante, cuando sé que es hora de regresar, me subo al coche despacio, tras percibir una vez más el olor y el sabor de la sobriedad del lugar, mi casa.





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