El Oso Polar
Recuerdo observar en El Retiro a aquel oso polar encerrado en su pequeña cueva de barrotes, hablándome con sus zarpas cuando las sacaba a su través, amarilleando el pelo sin brillo mientras mis lágrimas jugueteaban empatizando con él y su realidad. Me acuerdo con una claridad meridiana. De sus ojos apagados, vidriosos, sin profundidad. De su espacio limitado, del olor a rancio y de la manera en la que mi hermano y yo le hacíamos compañía para que se sintiera tranquilo.
Nuestra infancia estuvo repleta de pequeños detalles, algunos difíciles de entender.
El día que se marchó lo eché de menos. No supe nunca si en realidad murió de pena o fue trasladado a un lugar hermoso donde poderse dispersar. Me gusta pensar que en aquel tiempo cambiamos nuestro entorno para mejor, aunque no sea cierto.
Así nos hicieron, con amor: Simples, tiernos y fuertes.
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