El Sistema Límbico aprende a rapear o Graciela y las Arañas.-

El latido de la pared es en realidad un enorme nido de arañas. Impresiona por el número de congéneres y también debido a su bailoteo simbiótico. Graciela se emboba con cara de asco y curiosidad entremezclados y pega un grito agudo cuando un par se descuelga haciendo malabares. Amador ríe estruendosa y nerviosamente mientras fuma un Fortuna a escondidas. A lo lejos se escucha cómo retumba el sonido de la música de los coches de choque de la feria en las peñas del prado y los cimientos de la casa; un eco distante y enarmónico es amortiguado a ratos por las castañuelas de las ramas de los árboles y el vaivén de las arizónicas del seto. La puerta verde de metal pintado que da entrada a la piscina chirría como acompañamiento auditivo por la fuerza del viento ya que alguien se ha dejado el pestillo abierto.

Hemos bajado los cubos de Rubik para presumir y los chicos se han sorprendido mucho, igual que cuando ganamos a la máquina del Pac-Man en los Recreativos del barrio rapeando los dos, yo de Luis Moya y mi hermano como Carlos Sainz. Mientras tanto ellos se entretienen colocando petardos en las boñigas de las vacas para hacer apuestas sobre su desplazamiento en altura. La tercera vez calculan mal el tiempo y se llenan de porquería. Ahora es Amador el que grita horrorizado mientras su madre lo regaña desde la ventana de la cocina. Una lagartija se pasea alegremente por las piedras de la entrada y la intentamos dar caza sin éxito. Las bicis descansan sobre la acera. Acaba de aparcar nuestro padre, que viene de trabajar. Salimos corriendo para saludar. Instantes repletos de vida hasta en el pálpito quelicerado repugnante. Amador explota otro petardo en el nido y todos los arácnidos salen volando. Graciela grita de nuevo porque le han caído tres encima. Esta vez el padre del chaval baja a buscarlo y se lo lleva a casa cogido por la parte de atrás de la camiseta mientras se le oye protestar “¡pero papá, si yo no he hecho nada!”.

https://youtu.be/gZDDHM4Q6mA